Resumen.-
La historia del conocimiento biológico de los microsporidios, un grupo de parásitos citoplasmáticos estrictos, de gran interés médico, veterinario y ecológico, comienza con la aparición en a la mitad del siglo XIX de una nueva enfermedad, pebrina, de los gusanos de seda Las larvas enfermas eliminaban por sus heces y tenían en su intestino unos corpúsculos ovales microscópicos, cuerpos de Conelia a los que Nägeli, 1857 denominó , bien incorrectamente por cierto, Nosema bombycis. A Louis Pasteur, comisionado por su antiguo profesor, ahora Ministro de Agricultura se debe la resolución del problema al tiempo que asentó las bases de la patología infecciosa, un nuevo capítulo de las medicinas veterinaria y humana: la certeza de la hipótesis de que las enfermedades infecto-contagiosas eran producidas por “microbios”, y se transmitían horizontalmente – larva a larva a través de las hojas de morera contaminadas – y de modo vertical a través de los huevos a la descendencia; que se podía diagnosticar usando el microscopio y controlar hasta la eliminación. Enseguida se comprobó que eran numerosas las especies de estos microbios parasitando el intestino de invertebrados y la piel de peces. Les denominaron Microsporidios , Balbiani 1882 por el diminuto tamaño de sus esporas -formas de transmisión – dentro del grupo Sporozoa de los Protozoos. Comienza así una especie de doble juego, por una parte de los investigadores de este numeroso grupo, dedicando los nuevos géneros descubiertos al nombre de alguno de ellos: Thelahonia, Gurleyia, Perezia, Anncalia, Issia, Burkea, Desportesia, Hazardia, Jirovecia, como un juego de pletesía, lo que de algún modo les devolvían los microsporidios ocultando prodigiosamente su identidad biológica, saltando en los textos de grupo a grupo taxonómico en saltos filogénicos inverosímiles: ¿quienes eran, a qué grupo real de seres vivos pertenecían, dónde estaban situados en el árbol general de la vida?. Sporozoa primero, pero nada que ver en su morfología con los esporozoos : Eimeria, Isospora …; Myxosporidia, allí residieron alrededor de 80 años, por la presencia en la espora de microsporidio y en las cápsulas polares de la de los myxosporidios de un filamento polar estrusable. La microscopía electrónica los desterró de estos metazoos venidos a menos por parasitismo. Esta microscopía mas la técnicas de taxonomía numérica condujo con ellos a un doble error duradero, que eran muy, muy antiguos en al historia de los eucariotas y como habían reducido toda estructura y función redundante con la que el citoplasma que la célula hospedadora les regala: sin mitocondrias aparentes y peroxisomas, ni aparato de Golgi, ni ribosomas eucarióticos, etc., que eran uno de los relictos -fósiles vivos – de los eucariotas sin mitocondria, los Archeozoo. Por otra parte, un artefacto del sistema matemático de arborización, la “atracción de las ramas largas” de los árboles (dendrograma) condujo también a confirmar el error de su primitivismo. El hallazgo de genes mitocondriales en el genoma nuclear y de mitosomas (mitocondrias sin genoma) deshizo la validez de la hipótesis arquezoa. La corrección de la atracción indicó su “modernidad”. La biología molecular parecía que los identificaba al fin, contaban con numerosos genes homólogos a los de los hongos verdaderos. Parecía que se llegaba al final de la historia con algún pero: no tenían parentesco filogénico con ninguno de los grupos micóticos conocidos, y al introducir en la comparación a los considerados grupos primitivos de los hongos volvió su individualización comparada. Parece que son el grupo hermano más próximo a los hongos ; que los hongos y microsporidios tuvieron un antecesor común, a su vez, antecesor también de los coanoflagelados de los que partió el reino animal.