Conocí a Salvador una tarde de octubre de 1953 en la Facultad de Farmacia de la entonces todavía Universidad Central de Madrid. Estábamos los alumnos con apellido desde la R a la Z esperando para entrar en los laboratorios para realizar el primer día de prácticas de la asignatura de Técnica Física, de la que era catedrático el profesor doctor D. Ramón Portillo y Moya-Angeler. Allí nos presentamos y ahí comenzó una amistad ininterrumpida hasta la fecha fatal, casi sesenta y siete años, tiempo ininterrumpido de extraordinarias y maravillosas convivencias. Dos caracteres humanos diferentes pero tolerantes y que nunca, ese es mi mejor recuerdo, ahora que lo he perdido, tuvimos problemas en nuestra larga convivencia, de la que destaco sobre las demás, la temporada en que vivimos juntos 70 días recién finalizado el tercer curso de la licenciatura. Fue en 1955 en la Alemania Federal durante nuestra estancia en la Zentralstelle für Vegetations Kartierung en el pueblo de Stolzenau a orillas del río Weser, en la Baja Sajonia.
Salvador me comentó recientemente, cómo gracias a una gestión de su padre, el querido profesor Salvador Rivas Goday, catedrático de Botánica en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Madrid, miembro del comité organizador de la X Excursión Internacional de Fitogeografía de la (IPE) por España, en 1953, había contactado con el profesor Reinhold Tüxen, que por aquel entonces ya era una figura de gran prestigio internacional, y participante en la mencionada excursión. El deseo de D. Salvador era que su hijo Salvador, estudiante de Farmacia, que por aquellas fechas reunía una clara vocación y conocimientos botánicos suficientes, pudiera realizar una estancia en Stolzenau en la Zentralstelle para ampliar las metodologías sobre cartografía de la vegetación, así como, las técnicas de interpretación del paisaje vegetal de un territorio para su uso o conservación.
El resultado final de aquella petición fue la concesión de dos becas remuneradas: una para Salvador y otra para mí, así como, el alojamiento gratuito en una habitación de invitados de la Zentrastelle y gastos pagados, en todas las salidas de campo, tanto con los botánicos profesionales como las salidas de muchos fines de semana con el profesor Tüxen y su secretaria la señora Milbradt. A bordo de su Volkswagen, de color verde descapotable, nos ilustraba el profesor mientras conducía de manera algo arriesgada, mostrando de forma ininterrumpida, los paisajes del trayecto y citando, de paso, la nomenclatura fitosociológica correspondiente de las comunidades vegetales observadas. Fue un método pedagógico inolvidable.
Nuestra tarea en la Zenstrastelle, los días que no estábamos en el campo, consistía en elaborar las ‘tablas brutas’ de los inventarios realizados en las dunas de Normandía por el profesor durante las ‘vacaciones’ pasadas en Francia el año anterior. Previamente, nada más incorporarnos, habíamos recibido las instrucciones oportunas para esa tarea por parte del personal técnico del centro.
Para no alargar más el escrito solo quiero referirme a la anécdota más sobresaliente de aquella inolvidable estancia en Stolzenau. Porque anécdotas hubieron incontables. Por las tardes, cuando finalizaba la jornada laboral y los locales de la Zentrastelle quedaban vacíos y silenciosos, Salvador y yo permanecíamos algún tiempo más en la sala de trabajo, repasando el día, escribiendo a las familias etc. El profesor Tüxen, cuya vivienda estaba en la parte superior del edificio, bajaba de vez en cuando a charlar con nosotros. Eran oportunidades de oír a aquel maestro, cuyas experiencias eran extraordinarias, tanto en la paz como en la guerra. Una tarde nos mostró su manuscrito sobre un trabajo que apareció publicado en 1958 titulado ‘Die Pflanzenwelt Spaniens, II Teil Eurosibirische Phanerogamen Gesellschaften Spaniens’ del cual era autor, con la colaboración de otro de los grandes fitosociólogos alemanes: Erich Oberdorfer. En la página 310 aparece un esquema de un corte altitudinal de la Sierra de Guadarrama seguido de un pequeño texto explicativo. Siempre solíamos hablar entre los tres en francés. Pero cuando el profesor nos mostró lo escrito en el original sobre la Sierra de Guadarrama saltó la espontaneidad agresiva y vehemente de Salvador, no estaba de acuerdo con el texto. El profesor, astuto, me dijo que prefería llevar la discusión en alemán y que yo le fuera traduciendo, de esta forma, tenía tiempo de preparar sus contestaciones ante los argumentos de Salvador. El profesor había osado discutir con una persona que se conocía ya entonces la Sierra de Guadarrama metro cuadrado a metro cuadrado. Poco antes de las nueve de la noche se dio por vencido y me dijo: “Wolfredo, yo conozco a los dos mejores fitosociólogos españoles: Rivas Goday y Oriol de Bolós pero este muchacho ya los supera”. Salvador acababa de cumplir ese mes 20 años. El profesor acertó y yo he podido contarlo. Además, el esquema que está en el trabajo lo dibujó Salvador, yo vi como lo hizo sin parar de hablar, como siempre.
La Real Academia Nacional de Farmacia me acogió como académico correspondiente en el año 2015 y Salvador leyó un largo y emotivo discurso de presentación. Aquella tarde nos acompañaron familiares y amigos de ambos y, en mi pensamiento, estuvieron mi padre, Luis Wildpret Álvarez y mi maestro, Salvador Rivas Goday. Dos ilustres farmacéuticos que hicieron, en los años veinte del siglo pasado, sus estudios en ese noble e histórico edificio de la villa de Madrid.
Wolfredo Wildpret de la Torre
Académico correspondiente de la RANF