Del 20 al 22 de septiembre se va a celebrar en Nueva York la cumbre de seguimiento de los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Un sueño en el que en un arrebato de dignidad, se embarcaron en el año 2000 gobiernos de todo el mundo, tal vez abrumados ante la perspectiva de entrar en el siglo XXI con casi un tercio de la humanidad viviendo en la precariedad más absoluta.En materia de salud, que es de lo que os quiero hablar hoy, se fijaron como metas reducir a la mitad el hambre y por tanto las muertes que provoca. Reducir en dos tercios la mortalidad de niños menores de cinco años, y en tres cuartas partes la tasa mortalidad materna.
Detener la propagación de enfermedades mortales como el VIH/sida, y aquí fueron especialmente ambiciosos, al fijarse como meta “lograr, para 2010, el acceso universal al tratamiento del VIH/sida de todas las personas que lo necesiten”. El control y acceso generalizado al tratamiento de enfermedades como la malaria y la tuberculosis y la reducción a la mitad para 2015 de la proporción de personas sin acceso sostenible al agua potable y servicios básicos de saneamiento, completaban la Declaración en el apartado relacionado con la salud.
Los Objetivos eran ambiciosos y ya han pasado dos tercios del tiempo que se dieron para cumplirlos en 2015. Ahora toca preguntarse dónde estamos y si vamos por buen camino…… veamos: En la mayoría de las regiones el progreso para erradicar el hambre se ha estancado, y en algunas se ha revertido debido no sólo a la crisis económica, sino a las continuas crisis del precio de los alimentos. La especulación en los mercados financieros sobre el precio de alimentos básicos subyace como una de las principales causas.
La realidad a día de hoy es que, de los 805 millones de personas hambrientas en el año 2000, hemos pasado a los 925 millones actuales, según un informe de la FAO hecho público esta misma semana. Un apartado especialmente sangrante en este capítulo lo constituyen los niños, principal esperanza de futuro de los países en vías de desarrollo. Sin embargo, cada día mueren 13.000 niños victimas de la desnutrición aguda.
Una enfermedad con tratamiento sencillo y eficaz que sin embargo sólo llega al 9% de los niños que lo necesitan.El VIH/sida sigue siendo una emergencia global, con 33,4 millones de personas con VIH, de las cuales, según las nuevas directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 14,5 millones necesitan tratamiento urgente.
A día de hoy sólo 4 millones lo reciben.Como os comentaba en mi anterior post, a pesar de las dificultades y aún lejos del pleno acceso, la última década ha sido de avances. Sin embargo, en estos momentos, el compromiso de los principales donantes de fondos flaquea y empiezan a reducir sus contribuciones a la lucha contra el sida, a congelarlas o incluso a retirarlas. Dentro de este apartado, actualmente 2,1 millones de niños menores de 15 años viven con el VIH (90% en África Subsahariana), de ellos apenas un 10% reciben tratamiento con antirretrovirales.
Sin tratamiento, la mitad de los niños nacidos con VIH mueren antes de cumplir los 2 años. Cada año 270.000 menores de 15 años mueren de sida.Aunque se han logrado avances, y la cifra de muertos por malaria se ha reducido, cerca de 860.000 personas siguen siendo víctimas cada año de una enfermedad que tiene cura. Cada 30 segundos muere un niño de malaria.
El panorama es especialmente preocupante en contextos de conflicto armado, desplazamiento de población y en las áreas remotas o aisladas. Hoy en día existen métodos eficaces para luchar contra la enfermedad pero no se utilizan de forma generalizada por falta de recursos.Cada año, 1,7 millones de personas mueren víctimas de la tuberculosis (TB). El 95% vive en países pobres.
La rápida expansión de la tuberculosis entre las personas con VIH, no nos lleva precisamente al optimismo en cuando al control de esta enfermedad que los ODM pretenden lograr para 2015.
Capítulo aparte merece la situación de la mujer, colectivo particularmente vulnerable en contextos de crisis marcados por la pobreza y/o por conflictos armados. En general, el acceso de la mujer a los servicios públicos de salud continúa siendo muy restringido. Tan solo un 44% de los partos son atendidos por personal cualificado en el África Subsahariana y un 47% en el Sur de Asia. Cerca de 530.000 mujeres mueren cada año por complicaciones relacionadas con el embarazo y el parto
En África Subsahariana, la pandemia del sida se ha “feminizado”: el 60% de las personas con VIH/sida son mujeres. Las enfermedades de transmisión sexual afectan a cinco veces más mujeres que hombres. Son sólo algunos datos que reflejan la dificultad, también aquí, de alcanzar el Objetivo de reducir en tres cuartas partes la mortalidad materna.
Otra de las metas de los ODM en el capítulo salud, contemplaba la cooperación con las empresas farmacéuticas, para proporcionar acceso a los medicamentos esenciales en los países en desarrollo. Sin embargo, el actual sistema internacional de I+D está esencialmente guiado por la obtención de beneficios. No hay interés por tanto en desarrollar nuevos fármacos para enfermedades y pacientes que no son negocio.
Por eso no existen formulaciones pediátricas para el tratamiento del sida infantil o los métodos de diagnóstico y tratamiento de muchas enfermedades como la tuberculosis, la enfermedad del sueño o el Chagas son antiguos, ineficaces, provocan efectos secundarios y no están adaptados para los pacientes en países pobres. En otros casos ni siquiera existen. Parte de la responsabilidad le corresponde a la industria farmacéutica privada, que actualmente apenas aporta un 9% de los fondos destinados a la I+D en enfermedades olvidadas, pero también hay una clara responsabilidad de los gobiernos, no sólo en su condición de financiadores de la I+D en salud, sino también como responsables de las políticas comerciales, que actualmente se orientan más a reforzar el sistema de patentes que a la producción de medicamentos genéricos a precios asequibles para pacientes en países con escasos recursos.
Respondiendo a la pregunta que nos hacíamos al principio, hay ámbitos cruciales para la salud en los países en desarrollo en los que no se están dando avances o donde éstos son excesivamente lentos. Los ODM necesitan un compromiso político y financiero sostenido que hasta ahora no se ha dado. La OMS estima que, para alcanzar las metas propuestas en salud, se necesitaría una inversión anual adicional al dinero que ahora se gasta, de 37.000 millones de dólares. Los gobiernos no deberían utilizar la actual crisis económica como excusa, más cuando hemos visto su capacidad para movilizar cientos de miles de millones para salvar al sector financiero.
No sólo deben cumplir los compromisos adquiridos hace diez años, sino adoptar nuevas fórmulas que garanticen una financiación sostenida y estable. El cobro de una pequeña cuota a las transacciones financieras a nivel mundial posibilitaría el cambio radical que en estos momentos se necesita para cumplir en el plazo previsto con los ODM.
Los líderes mundiales que se reunirán la próxima semana en Nueva York, tienen en sus manos una nueva oportunidad para reconducir la situación y cumplir con sus compromisos. Aquí, como en tantos otros casos, todo dependerá de las decisiones políticas que adopten. La vida y la salud de millones de personas están en juego.