Desarrollo sostenible, responsabilidad intergeneraiconal
Con la mirada puesta exclusivamente en los beneficios económicos a corto plazo, se siguen aplicando a los desafíos de hoy fórmulas de ayer, ya periclitadas e ineficaces, en lugar de cuidar con toda la atención que merecen las condiciones de vida de las “generaciones venideras”, como con tanta clarividencia se inicia el inigualable texto de la Carta de las Naciones Unidas.
Alcemos nuestra voz en favor de la transición desde una economía de especulación, deslocalización productiva y guerra a una economía de desarrollo global sostenible y humano. La seguridad planetaria no puede asegurarse de otro modo. Hagamos posible que el consumo de carburantes sea atemperado por un gran desarrollo de las fuentes renovables de energía. Y limpiemos el mar, que ocupa el 70% de la piel de la Tierra y es su gran pulmón… y el de las generaciones venideras.
“Les despreciaba, porque pudiendo tanto se atrevieron a tan poco” manifestó Albert Camus. ¿Las generaciones que llegan a un paso de la nuestra podrán decir que esperaron en vano que las presentes generaciones cumplieran el compromiso supremo que es, en palabras del Presidente Nelson Mandela, actuar de tal modo que nuestro legado intelectual y material no signifique un retroceso? ¿Qué la habitabilidad de la Tierra no sea peor que la que nosotros hemos vivido? ¿Qué los puntos de referencia, los principios y asideros éticos no les permitan iniciar su amanecer con esperanza?
La solidaridad intergeneracional exige de modo especial abordar aquellas cuestiones potencialmente irreversibles en las que el tratamiento debe aplicarse a tiempo, antes de que sea demasiado tarde y se hayan alcanzado puntos de no retorno. Las prioridades, vale la pena reiterarlo, son: alimentación; acceso al agua; servicios de salud para todos; cuidado del medio ambiente; educación; energías renovables; paz.
Pensemos en nuestras responsabilidades intergeneracionales.
Ahora podemos. ¿Nos atreveremos?