La Dra. Briones Alonso disertó sobre “Mecanismo de daño vascular. Cambios asociados al sexo”; tras ocuparse de los factores de riesgo para la enfermedad cardiovascular arterosclerótica en mujeres y del rol de los estrógenos como moduladores implicados en la enfermedad cardiovascular, pasó revista a la Inflamación y al daño vascular en hipertensión y obesidad, presentando algunas experiencias realizadas con ratones hembras en su laboratorio. Sus estudios le llevaron a concluir que las mujeres premenopáusicas tienen niveles reducidos de enfermedades cardio-vasculares en comparación con sus contrapartes de la misma edad, probablemente debido a un efecto de las hormonas sexuales femeninas sobre la vasculatura; las células inmunitarias expresan receptores de hormonas sexuales que modulan las respuestas inmunitarias de manera diferente en mujeres y hombres; y que las hormonas femeninas podrían disminuir la inflamación y acelerar la resolución de la inflamación con un impacto potencial en la enfermedad vascular.
El Dr. Juan Tamargo trató sobre las “Diferencias en el manejo farmacológico de la enfermedad cardiovascular”; centró su intervención en tres ítems: las enfermedades cardiovasculares como principal causa de muerte en la mujer; la baja representación de las mujeres en los ensayos clínicos realizados sobre productos destinados a combatir estas enfermedades; y las diferencias de hombres y mujeres frente a la acción de estos medicamentos, condicionada tanto por su composición corporal y fluctuaciones hormonales de los individuos como por las acciones farmacodinámicas y farmacocinéticas de los medicamentos, por lo que los tratamientos no pueden ser uniformes en hombres y mujeres. Durante su conferencia demostró, de manera sólida, que existen diferencias en la forma de enfermar entre hombres y mujeres, en particular en lo casos de insuficiencia cardiaca; que también existen diferencias en la farmacocinética y en la farmacodinamia de los fármacos empleados para tratar las enfermedades cardiovasculares, con las consiguientes consecuencias clínicas, de modo que, en líneas generales, las mujeres requieren dosis menores que los hombres para obtener un índice terapéutico del tiempo que tarda en coagularse la sangre [INR]. La evidencia pone de manifiesto la necesidad de diferenciar la prescripción entre hombres y mujeres; no es posible extrapolar los datos obtenidos en ensayos clínicos con varones de mediana edad a mujeres, por lo que se hace preciso aumentar el número de mujeres que participan en ensayos clínicos, además de tener en consideración los mecanismos implicados en las diferencias de seguridad y eficacia, su relevancia clínica y las posibles interacciones entre los medicamentos empleados para tratar las enfermedades cardiovasculares y las hormonas sexuales. El conocer las diferencias en dosis, eficacia y seguridad es un primer paso para personalizar estos tratamientos; se trata de una información que debe ser difundida tanto a través de las guías terapéuticas como de las fichas técnicas de estos productos.