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Antonio González Bueno

    Mi trayectoria investigadora no sería la que es sin el grupo de trabajo que me ha acompañado
durante estos últimos años; Alberto Gomis, Raúl Rodríguez Nozal y Alfredo Baratas habéis sido
incondicionales en todos los momentos –buenos y malos-; gracias por estos años que hemos
pasado juntos, desde que en 1992 aprobaron nuestro primer proyecto de investigación.

    Y cómo no acordarme en estos momentos de nuestra Sociedad de Docentes de Historia de
la Farmacia de España; aunque somos todos, somos pocos, pero unidos conseguiremos que
nuestra disciplina ocupe el lugar que le corresponde en la universidad española, por el bien de
los futuros farmacéuticos.

    En marzo de 1989, el profesor Thomas F. Glick, me facilitó los trámites para trabajar, bajo su
dirección, en el Department of History. College of Liberal Arts de la Boston University; iniciaba
así un periplo docente e investigador que me ha permitido trabajar en la Smithsonian Institution
(Washington), junto a Josep Cuatrecasas; el Centro Simâo Mathias de Estudos em História da
Ciencia (CESIMA), de la Pontificia Universidade Católica de Sâo Paulo (Brasil), gracias a la
estima de las profesoras Ana M. Alfonso-Goldfarb y Márcia H. M. Ferraz; en la Universidad
Autónoma Metropolitana de México (UAM), avalado por la doctora Patricia Aceves Pastrana; en
el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Katholische Universität Eichstätt-Ingolstadt
(Alemania), donde conté con el apoyo incondicional del profesor Karl Kohut; en la École
Doctorale IV de la Université Paris-Sorbonne (Francia), gracias a la amistad mutua profesada
con la doctora Sonia V. Rosse y el profesor Jean Pierre Clément; y en el Centro do Estudos
Interdisciplinares do Século XX vinculado a la Universidade de Coimbra, gracias a los buenos
oficios de los doctores João Rui Pita y Ana Leonor Pereira, quienes desde 2013 confían en mi
como miembrodela‘Comissâo deacompanhamento’ deldoctoradoenEstudos Contemporâneos.

    He sido afortunado en el trabajo, pero aún lo he sido más en mi vida privada; hace cincuenta
años –la cifra asusta- conocí a mi ‘pandilla de los Jardines’ la cual, gracias al talento de Fernando
Santiago (Santiago, 2018), cuenta ya con literatura propia: pese al paso del tiempo aún nos
seguimos viendo, aunque de una manera más relajada que en nuestros primeros años; gracias
por este más de medio siglo de amistad. Mis compañeros de ‘El Pino Rojo’ llegaron más tarde a
mi vida, pero los cuarenta años de camino en común no nos lo quita nadie, tampoco las alegres
cenas en ‘Li Ming’. José Luis Rupérez y Maribel García estuvieron siempre conmigo y, con ellos,
Pablo y Alicia, cuando llegaron a este mundo.

    He de reconocer públicamente que buena parte de mi trabajo, al menos el de los últimos
treinta años, ha sido posible gracias al apoyo continuo e incondicional de Cristina Jerez, ella ha
encontrado -siempre- el tiempo necesario para ocuparse de todas esas cosas que, en buena
medida, debía yo haber realizado. Su cariño, y el de nuestros dos hijos, Antonio y Blanca, están
omnipresentes en mi vida, le dan sentido y la colman de felicidad. Durante casi cincuenta años
pude disfrutar del cariño de mis padres, Antonio y Maruja, y del de mi hermano Víctor; luego
goce del de mis suegros, Francisco y Rosa; a ellos cinco -a su memoria- van dedicadas estas
líneas.

    Y si hoy estoy aquí es gracias a la generosidad de los Excelentísimos Señores Académicos que,
el pasado diciembre, tuvieron a bien considerar mi nombre para ocupar una de las medallas
reservadas para la categoría de ‘Ciencias afines a la Farmacia’; y ello fue posible por la munificencia
de los profesores D. Ángel María Villar del Fresno, D. Fidel Ortega Ortiz de Apodaca y D.
Francisco Javier Puerto Sarmiento que avalaron mi solicitud de ingreso y que hoy me acompañan
en este estrado.

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