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Plantas, espacios y públicos. El desarrollo de la Botánica en la España peninsular entre 1833 y 1936
JUSTIFICACIÓN
Nuestro objetivo es presentar una síntesis de la evolución de los estudios botánicos en
España en una etapa histórica que media entre los inicios de dos guerras: la Primera Carlista
(1833) y la Guerra Civil (1936); un siglo en el que la sociedad, la economía, el gobierno, la
universidad, y también la ciencia, cambiaron sustancialmente.
Trataré de analizar los factores, institucionales y personales, que motivaron los cambios,
conceptuales y metodológicos, operados en una disciplina científica, la Botánica, y su relación
con los movimientos políticos y sociales que los favorecieron o los provocaron.
Aun cuando resulta evidente la creación de grupos de trabajo, y de afinidades de ‘escuela’4,
entre los botánicos españoles del XIX, intentaré superar la vieja dicotomía, tan presente en la
4. El concepto de ‘escuela’ requiere algunas matizaciones; en 1961 Derek J. de Solla Price acuñará el término de
‘colegios ocultos’ (invisible colleges) para referirse a los colectivos de científicos que, trabajando sobre problemas comunes,
se intercambian una información no publicada de manera impresa; él definió el término para tipificar los contactos entre
el grupo inicial de personas que, en la Inglaterra del siglo XVII, constituyó la Royal Society; pocos años después, en el
verano de 1962, con motivo de su participación en las Conferencias ‘George B. Pegram’, dedicadas a analizar la relación
entre ciencia y sociedad, prestó especial atención a estos ‘colegios ocultos’, a los que metafóricamente comparó con la
forma en que se produce la interacción mutua de las moléculas en un gas; la publicación de estas conferencias, bajo el
título Little Science, Big Science (Solla Price, 1963), se convertiría en un hito de referencia obligada para los historiadores
de la ciencia interesados en el enfoque social de la disciplina. Desde la formulación del término han sido muchos los
documentalistas, historiadores y sociólogos que han seguido el planteamiento inicial de Solla Price para referirse a
grupos de científicos vinculados entre si a través de la correspondencia u otros medios no regulares de publicación, cuya
manifestación se hace visible, en los trabajos impresos, a través del cotejo de citaciones. Por extensión, el término
‘colegios ocultos’ ha pasado a utilizarse, también, para referirse a los grupos que lideran la investigación sobre un tema
concreto y, por ello, fijan la terminología y establecen unos métodos de trabajo, seguidos por los demás científicos del
grupo. Jack B. Morrell bosquejó, a comienzos de la década de los setenta, un nuevo concepto, el de ‘escuela de
investigación’ (research schools), propuesto para definir a grupos de profesionales que se enfrentan hacia la resolución de
un problema desde una perspectiva común, no utilizada hasta entonces (Morrell, 1972); el término definido por
Morrell conlleva la organización de la actividad investigadora, esta habrá de realizarse en instituciones universitarias o
centros de investigación, con una financiación precisa, un flujo de estudiantes establecido y ocupados en resolver
problemas bien definidos, de acuerdo con una metodología perfectamente fijada por quien ejerce como jefe de la
‘escuela de investigación’. El concepto de ‘escuela de investigación’ ha sido sucesivamente matizado; hoy el término se
emplea, de una manera más estricta, para referirse a pequeños grupos de científicos experimentados, adscritos a un
programa coherente, en el que trabajan, codo a codo, con estudiantes avanzados, en un mismo contexto institucional y
sometidos a una continua interacción social e intelectual, tal como lo propusiera Gerald L. Geison, a comienzos de la
década de los ochenta (Geison, 1981). Otros autores, como Joseph-Stewart Fruton, prefieren emplear el término
‘grupos de investigación’ (research groups), integrando en tal concepto los círculos de profesores y estudiantes unidos por
la vinculación común a un mismo laboratorio, y reservan el empleo de ‘escuelas de investigación’ para aplicarlo a grupos
de científicos, no necesariamente vinculados a un mismo espacio físico, ni siquiera al mismo país, pero que sí están
férreamente unidos por defender intereses de investigación comunes, dirigidos en una misma dirección (Fruton,
1991). Diana Crane utiliza el término ‘grupos de solidaridad’ (solidarity groups) para referirse a los investigadores que
giran en torno a unos maestros, reconocidos como tales por el grupo, los cuales definen los problemas centrales sobre
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