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Plantas, espacios y públicos. El desarrollo de la Botánica en la España peninsular entre 1833 y 1936
del desarrollo científico de la Botánica en España no debe restringirse a una lucha entre dos
figuras antagónicas, propiciada por una de ellas; tampoco a un simple estudio internalista de los
taxones descritos en sus publicaciones, aun cuando esta labor tenga un importante interés para
los estudios taxonómicos. En nuestra opinión, y así intentaremos enfocarlo, el desarrollo de esta
Ciencia, como el resto de las actividades humanas, está entrelazado con la situación histórica
sensu lato y resulta mucho más impactante la puesta en práctica de determinadas políticas
científicas, incluyendo las reformas universitarias, que la ‘fratricida guerra’ establecida entre sus
practicantes.
Está lejos de nuestras intenciones adentrarnos en un mausoleo de ‘glorias nacionales’, aun
cuando el carácter hagiográfico de las notas necrológicas utilizadas como fuente nos intente
dirigir hacia ese camino; nuestro esfuerzo se enfoca a trazar, a grandes rasgos, una realidad
histórica en la que el desarrollo científico se muestra condicionado por las estructuras sociales,
culturales, económicas, políticas y, por supuesto, por el propio desarrollo de la disciplina en los
países de nuestro entorno.
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Las circunstancias socio-políticas de la época isabelina, especialmente durante los primeros
años de la Guerra carlista, no fueron las más adecuadas para el desarrollo de la Ciencia, pero sí
algo mejores que las vividas durante los años anteriores del principio del siglo. Colaboraron a
ello dos factores: el retorno a sus ocupaciones de la mayor parte de los exiliados liberales,
Mariano La Gasca (1776-1839) es ejemplo paradigmático; y el interés de algunos botánicos
europeos, influidos por el hálito romántico que se desprendía de las tierras del Sur, quienes
emprendieron viaje en busca de una ‘morería’ que habría de cautivarles, sus herborizaciones
volverían a colocar la flora española en los herbarios de los mejores centros europeos, como
había estado en tiempos de Antonio José Cavanilles (1745-1804).
Comenzaremos con ellos, intentando exponer cómo sus trabajos influyeron en la
‘recuperación’ de unos saberes y unas prácticas que habían gozado de extraordinario éxito en la
Ilustración y que ahora se veían abandonadas. Abordaremos luego el tejido institucional sobre el
que los botánicos hispanos pudieron formarse y trabajar, desde las pretéritas estructuras
preservadas desde la Ilustración, es el caso del Real Jardín Botánico, a las nuevas oportunidades
ofrecidas desde el medio universitario, particularmente desde las enseñanzas de Farmacia y
Ciencias Naturales; analizaremos los procesos de agrupación de estos profesionales, tanto los
que fueron favorecidos desde la Corona, la Real Academia de Ciencias, como los que nacieron
y se sostuvieron como iniciativas privadas, muchos de ellos al albur de los ‘aires de libertad’
proclamados desde la Revolución de 1868. Y, por último, nos ocuparemos de quienes, de una
posición ‘externa’ al sistema, se dedicaron a estudiar y difundir el conocimiento de sus entornos
más próximos.
La Restauración recuperó un clima de tranquilidad y estabilidad política quizás deseado,
pero también una limitación del pensamiento crítico ante la que algunos grupos intelectuales
respondieron fundando nuevas estructuras de institucionalización científica; dos habrán de
captar nuestro interés: la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas,
gestada en 1907 sobre los moldes de la Institución Libre de Enseñanza, y el Institut d’Estudis
apoyo que pudieran prestarle los miembros de la Institución Libre de Enseñanza, a la que estuvo más férreamente
vinculado.
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