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Plantas, espacios y públicos. El desarrollo de la Botánica en la España peninsular entre 1833 y 1936

    Nos da cuenta de sus estancias de investigación y docencia fuera de España, en USA, Francia,
Alemania y Brasil. Para muchos compañeros son motivo de diversión y relajo, incluso de pérdida
irreparable para la causa profesional. En su caso, una persona a la que le cuesta permanecer
alejado de los suyos, familiares y amigos, y de sus habituales quehaceres, han sido extraordinarios
sacrificios, dedicados a un trabajo también exhaustivo, aunque intelectualmente muy bien
recompensados.

    El doctor González Bueno, pese a su capacidad de esfuerzo individual, siempre ha trabajado
en equipo. Sus principales compañeros han sido Raúl Rodríguez Nozal y Alfredo Baratas. Yo,
que no sé hacerlo, he observado con curiosidad como lo llevan a cabo los demás.

    Hay un primer modelo en el que un jefe-patrón distribuye la tarea entre sus alumnos y luego
asume él mismo, aprovechándose del de todos. Ha estado -y no sé si sigue estando- muy presente
en nuestros ámbitos académicos.

    Un segundo modelo, consiste en poner a un grupo de acuerdo sobre una materia de interés
común, al modo de los proyectos de investigación. Luego, cada miembro del grupo, sea cual sea
su categoría profesional e incluso su pericia, lleva a cabo su parte con su peculiar idiosincrasia e
incluso metodología, aunque los resultados los publican de forma conjunta. Es encomiable y, en
el ámbito de las humanidades, poco frecuente y difícil por su complejidad. Algunas compañeras
de la Real Academia de la Historia lo llevan a la práctica de forma ejemplar.

    Otra manera es que el director divida un cometido, inabarcable para una sola persona, entre
varias; a cada una de ellas les explica las hipótesis, los resultados esperables y, pese a lo limitado
de su tema, intenta convertirlo en una conclusión parcial sólida, utilizada luego por él, junto a
otras varias, en empeños de mayor ambición y calado. Eso ha hecho el profesor González Bueno
con sus discípulos y en sus tesis doctorales, sobre todo en los temas relacionados con la industria
farmacéutica, con tanta honradez y dedicación, que varios de sus alumnos han obtenido el
Premio Extraordinario de doctorado lo cual, en Historia de la Farmacia, es doblemente
excepcional.

    Por último está el modelo Guillermo Folch, seguido por mí. Consiste en que a cada uno se
le supone lo suficientemente preparado, hábil e inteligente para actuar por su cuenta y riesgo, si
bien los intercambios intelectuales han de ser frecuentes. Método individualista, magnífico en
mi propio desarrollo intelectual por circunstancia personales y sociales peculiares, que no suele
ser demasiado cómodo para los alumnos, quienes prefieren profesores más paternales y
dedicados, pero que nos permitió a Guillermo Folch y a mí, mantener una excelente relación,
como también lo ha sido con el doctor González Bueno, pese a nuestras evidentes diferencias en
todos los ámbitos del desarrollo personal e intelectual.

    Pensaba, llegado a este punto, decir que su curriculum vitae es sobresaliente, tan bueno como
el de cualquiera de los miembros de esta Real Academia. Deseaba hacerlo así porque fue lo
aducido por mí cuando lo presenté ante los compañeros académicos, la fecha en que amablemente
lo eligieron para pertenecer a esta Casa. Quería ahorrarme de esa manera, y ahorrarles a ellos,
entonces y ahora, la enumeración minuciosa de sus múltiples méritos y trabajos; para luego
manifestar también que ha sido la persona, académico de número o correspondiente, que con
más asiduidad ha asistido a nuestras sesiones y ha estado siempre listo para cualquier mandato
corporativo o para la colaboración con quien se lo ha solicitado.

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