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Antonio González Bueno

                                             entregas, no siempre consecutivas, de la misma
                                             revista, en no pocas ocasiones vinculadas al ámbito
                                             farmacéutico.

                                                 Las descripciones de especies nuevas, cuando
                                             aparecen, quedan presentadas con el ánimo de dar
                                             publicidad al descubrimiento más que a ofrecer un
                                             estudio comparativo con los taxones próximos; se
                                             les otorga el valor de un hallazgo, de un
                                             descubrimiento, pero rara vez responden a
                                             conclusiones obtenidas de una investigación
                                             taxonómica.

Joan Joaquim Rodríguez Femenías (1839-1905)      El inventariado de la flora es la preocupación
      Institut Menorquí d’Estudis (Mahón)    central del trabajo investigador en el período que
                                             nos ocupa. Las formulaciones teóricas resultan
                                             alejadas de los intereses de nuestros botánicos y,
                                             cuando se presentan, parecen dirigidas a superar la
                                             etapa de mera acumulación de datos, tal la revisión
                                             de las malváceas españolas, publicada por Blas
                                             Lázaro y Tomás Andrés Tubilla en 1881 (Lázaro;
                                             Andrés, 1881) o de las columníferas ibéricas,
                                             realizada por los mismos autores un año después
                                             (Andrés; Lázaro, 1883). La elaboración de una
                                             Flora Española no fue abordada por los colectivos
                                             que agruparon a los botánicos hispanos como un
                                             proyecto común. Sin duda pesaron en ello más
                                             intereses personales que otras valoraciones, muy
                                             en especial el protagonismo científico ejercido por
                                             Miguel Colmeiro y Penido, en el ámbito botánico,
                                             hasta el mismo instante de su muerte, coincidente
                                             con el cambio de siglo.

    El Real Jardín Botánico, dirigido por Miguel Colmeiro durante la práctica totalidad de la
segunda mitad del XIX, se presenta como un Centro alejado de las preocupaciones comunes a
los botánicos españoles. No propulsó la coordinación de los trabajos botánicos realizados en el
país, antes bien, dificultó las iniciativas de las que su director no fuera el promotor. Tal el caso de
la edición de la Serie inconfecta plantarum indigenarum Aragoniae…, publicada por Francisco Loscos
y José Pardo en Dresde (1863), bajo los auspicios de Moritz Willkomm, ante los informes poco
favorables emitidos por Miguel Colmeiro (González Bueno, 1984).

    La actitud de Miguel Colmeiro entorpeció el proceso de institucionalización de la Botánica
en la España del XIX, reservando sólo para el Real Jardín –sólo para su persona- la posibilidad de
desarrollo de la disciplina. En los territorios de la periferia este proceso no fue posible tanto por
faltar iniciativas con vocación de perpetuarse, las que se fraguaron no llegaron a superaron la
vida de quien las gestó, como por no disponer de una institución académica que supiera
incentivarlas.

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