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cols., 2004; Girbes y cols., 2004). Debido a ello, la tendencia actual es la
denominación de las RIPs como N-glicosidasas y se las clasifica ya como
ARNr N-glicohidrolasa, EC 3.2.2.22 (Barbieri y cols., 2004).

RICINA.

Desde tiempos inmemoriales se ha reconocido la toxicidad de las semillas del
ricino. Estas semillas son ricas en aceite cuya extracción por expresión aísla
el principio tóxico en las tortas de residuo. La planta del ricino se menciona
en el Papiro de Ebers (Universidad de Leipzig, Alemania), en el que se
recogen diversos usos terapéuticos de preparados del ricino (Franke y cols.,
2019). Semillas de esta planta se han encontrado en sarcófagos egipcios y se
han utilizado en la medicina clásica egipcia y griega, e incluso se describen
en la medicina ayurvédica. En la Biblia, en el libro de Jonás, se describe
como éste, camino de Nínive, se protege del sol bajo un arbusto de ricino que
hizo crecer Jahvé en una noche. Avicena, en su obra Urguza fi cT-Tibb
conocido en árabe como “Alfiyya” y en español ”Poema de la Medicina”,
descibe en la línea 1.050 del texto al ricino como droga que produce calor y
en la línea 1.088 describe al aceite de ricino como medicamento que dilata
(Jabary y Salamanca, 1999).

Los principios tóxicos de las semillas de ricino se estudiaron a finales del
siglo XIX en el laboratorio de Kobert en Dorpat (Tartu, Estonia). Hermann
Stillmark, bajo la dirección de Kobert, probó la naturaleza proteínica del
principio tóxico del ricino. En su Tesis Doctoral, leída en 1988, describió el
aislamiento y las propiedades tóxicas de la proteína. Stillmark descubrió que
la ricina aglutinaba los eritrocitos de la sangre humana y promovía la
precipitación de proteínas séricas. En paralelo Hellin, también en su Tesis
Doctoral y también bajo la dirección de Kobert, descubrió la abrina en las
semillas de Abrus precatorius y también que esta poseía las mismas
propiedades que la ricina.

Durante los siguientes años se estudiaron estas proteínas con la notabilísina
participación de Paul Ehrlich, el padre de la quimioterapia. En 1891 Paul
Ehrlich publicó dos importantes trabajos sobre las propiedades
inmunogénicas de ricina y abrina que abrieron nuevos cauces al estudio de la
inmunidad (Ehrlich, 1881a; Ehrlich, 1881b).

En ellos demostró que la administración de pequeñas cantidades de estas
toxinas vegetales producía títulos elevados de antitoxinas que tendían a
neutralizarlas. Esta inmunidad era específica, aparecía aproximadamente a
los 6 días y era de larga duración (Garcia-Sánchez y cols., 2010). En su

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