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Plantas, espacios y públicos. El desarrollo de la Botánica en la España peninsular entre 1833 y 1936

montes: Pedro de Ávila Zumarán, quien le auxiliará en las tareas de campo, y Justo Salinas
Salazar (1844-1890) sobre quien recaerá el trabajo de ilustrar la obra.

    Los itinerarios y resultados de los dos primeros años de trabajo, junto con un catálogo
metódico de 62 familias y estudios avanzados sobre los géneros Quercus, Abies y Pinus, los de
mayor importancia forestal, fueron compendiados en una memoria impresa con financiación
pública (Laguna, 1870). A esta primera siguió otra, con los itinerarios recorridos entre 1869 y
1870, y el catálogo metódico de las especies reconocidas, el cual asciende a las 489 taxones; a ello
se une un detallado estudio del género Fagus (Laguna, 1872).

    Tras estas dos memorias iniciales, y después de una propuesta fallida (Laguna, 1875),
coincidente en el tiempo con el nombramiento de Máximo Laguna como director de la Escuela
Especial de Ingenieros de Montes, a la que dedicó preferentemente su atención durante sus
nombramientos en 1871 y 1877, se retoman los trabajos de la Flora forestal con la edición del
primer volumen, en 1883, al que seguiría, siete años después, la del segundo (Laguna, 1883-
1890). La obra se hizo acompañar de dos atlas, impresos en 1884 y 1890, donde se presentan
ochenta láminas cromolitografiadas (Laguna, 1884-1890).

    Con ser importante y de utilidad ampliamente reconocida, los logros de este proyecto, de
veinticinco años de duración, quedaban muy lejos de mostrar la diversidad de la flora española
pues, por su propia esencia, sólo recogió las plantas de interés forestal. Otras debían ser las vías
para conocer la diversidad florística española y en ello habría de tomar especial trascendencia los
trabajos desarrollados en el seno de la Sociedad Española de Historia Natural.

La Sociedad Española de Historia Natural: en torno a la carencia de un proyecto
    colectivo

    El primer artículo de carácter botánico publicado en los Anales de la Sociedad, “Fumariáceas de
España y Portugal” (Colmeiro, 1872), redactado por Miguel Colmeiro, a la sazón presidente de
la entidad y director del Real Jardín Botánico, define, con bastante aproximación, el tono que
habrían de tener los artículos botánicos publicados en las primeras décadas de vida de la Española:
la mera acumulación de datos, no siempre de fácil verificación, con los que poder construir la
ansiada Flora Española.

    La línea iniciada por Miguel Colmeiro conocería su continuación en las contribuciones
posteriores de Juan Ruiz Casaviella, Estanislau Vayreda Vila, José María Lacoizqueta, José María
Pérez Lara, Antoni Cebrià i Costa o Joan Joaquim Rodríguez Femenías, estas últimas con más
detalle y con consideraciones taxonómicas de mayor interés sobre el material estudiado, pero
incluibles dentro de un esquema de trabajo común: la relación de los vegetales que habitan en
un territorio predeterminado, acompañada de la indicación de la localidad donde este ha sido
recolectado.

    Estos catálogos locales, en ocasiones adicionados con ciertas valoraciones de interés
taxonómico o de alguna diagnosis latina, coparán el mayor número de las páginas dedicadas a la
botánica en los Anales, suelen presentarse con carácter de serie, distribuyendo su contenido en
varias entregas, no siempre consecutivas; las Actas de la Sociedad recogen los listados de plantas
elaborados por sus socios como resultado de alguna excursión (Francisco Delás Gayolá, Francisco
de las Barras o Luis Aterido), o los informes realizados por estos sobre remesas de plantas

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