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Antonio González Bueno
un proyecto editorial gestado por una mente alemana pero en el que el editor supo hacer
presente, en uno u otro grado, las contribuciones de los botánicos hispanos.
En la misma línea argumental señalada para los trabajos de Miguel Colmeiro pueden
incluirse las distribuciones geográficas de algunas familias de fanerógamas propuestas por
Mariano del Amo (1809-1894) (Amo, 1861), precursoras de su Flora Fanerogámica de la Península
Ibérica (Madrid, 1871-1873); como en el caso de Colmeiro, son obras basadas en recopilaciones
bibliográficas, carentes de una investigación crítica, muy distintas del Prodromus... editado por
Moritz Willkomm y John Lange.
El proyecto de la Junta para Ampliación de Estudios
La idea de generar un ‘Herbario Nacional’ está presente ya en el propio Real Decreto de
creación del Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales, cuyo artículo 2 establece la función
“… de contribuir al conocimiento de los productos naturales de nuestro suelo; formar
colecciones de nuestra Historia Natural para el estudio de esta Ciencia; proporcionarlas,
acomodadas al objeto á que se destinen, á los establecimientos oficiales de Enseñanza,
conforme a lo que prescribe el Real decreto de 29 de Noviembre de 1901…” (Real
Decreto 27/05/1910. Gaceta 29/05/1910).
Para lograr su consecución los botánicos adscritos a la Junta para Ampliación de Estudios
herborizaron la Sierra madrileña y las áreas manchegas próximas, a la par que centralizaron en él
buena parte de los resultados de sus recolecciones.
La inauguración, en 1911, de la Estación de Biología Alpina de Guadarrama había de
conformar en su entorno un grupo de interesados en estudios florísticos, especialmente activo
durante el periodo 1912-1916. En él se incluyen Carlos Vicioso, Francisco Beltrán Bigorra,
Benito Vicioso y, en menor medida, Carlos Pau. Tras el traslado de los herbarios al remozado
Jardín Botánico de Madrid, se inicia una línea de estudios taxonómicos, personificada en Miguel
Martínez, dedicado, desde 1928, al estudio monográfico del género Digitalis en la Península
Ibérica.
Desde su departamento de publicaciones, la Junta patrocinó la colección ‘Flora Ibérica’; los
textos de esta serie, no muy extensa en títulos aunque sí de gran calidad científica, están dedicados
a trabajos taxonómicos cuyo ámbito geográfico es el peninsular; sólo se publicaron los volúmenes
correspondientes a Briófitos (Casares Gil, 1919, 1932) y Uredales (González Fragoso, 1924,
1925), aunque la colección pretendía abordar todos los grupos sistemáticos vegetales, en un
modelo similar al seguido por la pareja ‘Fauna Ibérica’ (Bolívar, 1915: 46). Los números
publicados de ‘Flora Ibérica’, homogéneos en su formato, aportan, además de la taxonomía del
grupo tratado, datos biogeográficos, ecológicos y claves de determinación.
Los estudios criptogámicos
Las primeras contribuciones al estudio de la flora no vascular habrían de tener el mismo
carácter compilatorio comentado para las vasculares, tal el “Catálogo de los musgos de Baleares”
publicado por Joan Joaquim Rodríguez Femenías en 1875 (Rodríguez Femenías, 1875). Son
sólo esbozos, primeras aproximaciones a un mundo aún difícil de trabajar para el que, incluso,
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