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Plantas, espacios y públicos. El desarrollo de la Botánica en la España peninsular entre 1833 y 1936

contribuciones liquenológicas, no pocas de ellas en la revista de la Sociedad Ibérica de Ciencias
Naturales. Luis Crespí Jaume, profesor del Instituto-Escuela, formado con Gonçalo Sampaio
(1865-1937), trabajó con hongos liquenizados desde 1916, al menos hasta 1933; entonces fue
nombrado jefe del laboratorio de Ecología del Museo Nacional de Ciencias Naturales.

    La briología conoció cierto desarrollo gracias a los trabajos sistemáticos de Antonio Casares
Gil; primero sus sucesivas aportaciones sobre muscíneas nuevas para la flora española,
presentadas durante las dos primeras décadas del XX; y tras ellas sus trabajos de síntesis, un hito
en la briología española, no sólo en la disponibilidad de conocimientos, también en la forma de
abordar el estudio; en las páginas de la Española de Historia Natural publicó su monografía
sobre el género Sphagnum, englobada dentro del programa general de ‘Flora Ibérica’, auspiciado
desde la Junta para Ampliación de Estudios (Casares Gil, 1925). Su muerte, en 1929, supuso un
brusco freno a su objetivo: elaborar una Flora Ibérica de Briófitos. El impulso de Antonio
Casares se vería secundado por un grupo de briólogos, vinculados de una u otra manera a su
‘escuela’, entre ellos Francisco Beltrán Bigorra, y por otros europeos venidos a estudiar nuestro
territorio, tal el caso de los esposos Pierre Allorge (1891-1944)273 y Valentine Allorge [Valentine
Sélitzky] (1888-1977)274. Desde luego el interés de Antonio Casares por la briología es anterior
a la creación de la Estación de Biología Alpina; como en otros casos, la misión de la JAE consistió
en proporcionarle las condiciones adecuadas para desarrollar sus investigaciones ya iniciadas.

    Los estudios pteridológicos contaron con cierta autonomía desde 1925, tras la entrada de
Justo Ruiz de Azúa (1903-1980) en el cómputo de investigadores de la JAE275; adscrito al Real
Jardín Botánico, realizó en estas instalaciones su tesis doctoral, continuó desarrollando su
investigación desde el Instituto de Segunda Enseñanza de Vigo, en el que ejerció como catedrático
al poco de obtener su título de doctor.

Los últimos programas expedicionarios: América y África

    Las contribuciones de los naturalistas hispanos sobre flora no mediterránea son escasas en los
años que preceden al cambio del siglo.

    A los ingenieros forestales se le deben algunas trabajos sobre flora filipina; Máximo Laguna
hará público, en 1878, un catálogo de helechos filipinos recolectados, en 1842, por el ingeniero
de minas Isidro Sáinz de Baranda (Laguna, 1878); otro ingeniero de montes, Sebastián Vidal
Soler, redactó una Revision de plantas vasculares filipinas (Manila, 1886), incluida entre los estudios
realizados por la Comisión de la Flora y Estadística Forestal de Filipinas, cuya comisión botánica
dirigió desde su génesis, en marzo de 1878, hasta su disolución, en febrero de 1886276.

     273. En torno a la biografía de Pierre Allorge, y sus recolecciones briológicas en territorio hispano cf. Henry-Robert
des Abbayes (1946); Henry-Jean Humbert (1944); Cayetano Cortés Latorre (1954) y Patxi Heras Pérez, Marta
Infante Sánchez (1996).

     274. Sobre la figura y obra de Valentine Allorge cf. Henry-Robert des Abbayes (1946); Creu Casas (1981; 1982) y
Patxi Heras Pérez, Marta Infante Sánchez (1996).

     275. La biografía y producción botánica de Justo Ruiz de Azúa ha sido estudiada por Carmen Prada Moral (1982).
     276. Sobre la breve historia de la Comisión de la Flora y Estadística Forestal de Filipinas cf. Luis Ángel Sa´nchez
Go´mez (2003).

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