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Antonio González Bueno

corriente se extenderá a todo el territorio nacional, incluso a las tierras norteafricanas (Paniagua
y Santos, 1927).

    Disfrute estético e instrucción científica caminan juntos, marcando un acercamiento entre la
labor del investigador y su difusión ante grandes sectores de la sociedad (Mollá Ruiz-Gómez,
1992; 2009). No son pocas las conferencias ante diverso público (ateneístas, asociaciones de
mujeres, agrupaciones de estudiantes, grupos de alpinismo, etc.) impartidas, con carácter
divulgativo, por muchos de los botánicos de los que nos hemos ocupado líneas arriba; también
suman legión los artículos de esta misma índole aparecidos tanto en la prensa profesional
(médica o farmacéutica) como en revistas dedicadas a la difusión de la ciencia: Ibérica, Physis,
Investigación y Progreso, El Explorador, Los Amigos del Campo, Aire Libre, España Forestal, Peñalara,
Oasis, etc.304

                                       COROLARIO

    Las viejas estructuras diseñadas para el estudio de la Botánica durante la Ilustración, que
tanto favorecieron el desarrollo de esta Ciencia, entraron, durante la primera mitad del XIX, en
un estado de abandono del que algunas, particularmente los jardines botánicos periféricos, no
pudieron recuperarse.

    La Botánica, como las demás Ciencias, conoció un primer desarrollo durante el último tercio
del XIX; la libertad ideológica del Sexenio, permitió la creación de redes sociales entre unos
profesionales, en buena parte farmacéuticos, interesados por el mundo vegetal, pero que
realizaban su trabajo –catálogos florísticos locales- con escasos medios y de manera aislada. La
publicación del Prodromus florae Hispaniae... (Stuttgart, 1861-1880) que co-firmaran Moritz
Willkomm y Johan Lange, supuso un elemento básico para el desarrollo de los estudios florísticos
en nuestro país.

    No obstante, salvo en algunas cátedras universitarias -menos de las deseadas-, no se produjo
la necesaria institucionalización de la disciplina y, con ello, el avance en su conocimiento. El
primer tercio del siglo XX nos ofrecerá un progresivo cambio de perspectiva, acontecido desde
dos frentes de actuación, de origen distinto aunque no pocas veces complementados: de un lado
la infatigable labor realizada por el grupo de botánicos catalanes organizado en torno al
farmacéutico Pius Font i Quer; sus esfuerzos llevaron a la creación de un Instituto autónomo
dedicado con exclusividad al estudio de la Botánica, financiado por la Junta de Ciéncies Naturals
de Barcelona, desde el que se editó una revista española dedicada, por entero, a publicar artículos

     304. Joaquín Fernández (2001), ha analizado la evolución del periodismo ambiental en la España de 1800-2000; por
su parte, Santos Casado de Otaola (2001) ofrece una cuidada selección de artículos sobre el mundo natural redactados
entre el último cuarto del siglo XIX y el primer tercio del XX. Maria Genesca i Sitges (2008) ha estudiado la revista
Ibérica, editada por el Observatorio del Ebro (1913-1925) y Salvador Maluquer i Maluqer (1985) se ha ocupado de
Physis (1918), un mensual editado por Josep Maluqer i Nicolau en Barcelona.

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