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Plantas, espacios y públicos. El desarrollo de la Botánica en la España peninsular entre 1833 y 1936

botánicos: Cavanillesia; por otro lado, la reorganización de los centros e instituciones vinculadas
a la investigación, llevada a cabo por la Junta para Ampliación de Estudios. Sobre estos dos ejes
se vehiculizará el trabajo botánico desarrollado en España con anterioridad al estallido bélico de
1936. No fueron los únicos focos que iluminaron el panorama botánico español, a ellos se
añadirán el trabajo de las sociedades de Historia Natural y la aportación individualizada de
algunos botánicos no vinculados a centros de investigación.

    En lo que se refiere a los estudios abordados, hasta bien avanzado el XIX prima la elaboración
de catálogos florísticos bajo una concepción fijista del mundo natural; aun cuando desde los
últimos años del XIX las ideas evolucionistas son conocidas por los botánicos, e incluso algunos
actúan como elementos difusores de las nuevas teorías, en la práctica los planteamientos
sistemáticos siguen anclados en los sistemas tradicionales de clasificación, fundamentalmente el
adoptado por De Candolle –¡e incluso algunos aún mantienen sistemáticas linneanas en los años
centrales del XIX!- Habrá que esperar a las primeras décadas del XX para que nuestros botánicos
se planteen investigaciones sobre problemas biológicos de forma experimental, al albur de los
estudios alemanes y franceses realizados en este ámbito, y se enfrenten con nuevas interpretaciones
del mundo natural.

    Estas primeras décadas del XX constituyen un período de especial interés para interpretar el
avance de los estudios botánicos en España; no sólo se desarrollan nuevas metodologías, tanto
en el campo como en el laboratorio, sino que se amplían notoriamente el número de los
profesionales dedicados a esta disciplina cuya investigación es financiada por entes públicos, a la
par que se crean instalaciones apropiadas, o se reforman las existentes, para que las nuevas líneas
de trabajo puedan llevarse a cabo.

    Como en cualquier época, también los primeros años del XX están llenos de luces y de
sombras. No obstante, los resultados visibles nos remitan a una ‘edad de plata’, plasmada no sólo
en los productos de la investigación que han llegado hasta nosotros, sino en el reconocimiento
social que tuvieron sus cultivadores y el influjo que estos supieron trasmitir a un público cada
vez más concienciado en la necesidad de entender y conservar la Naturaleza.

    Ciertamente, no todo es gloria. Este florecimiento de la Botánica conlleva no pocas trabas
burocráticas y bastantes dificultades en la institucionalización de los investigadores que, aun
brillantemente formados, acaban optando por dedicar sus esfuerzos a otras actividades
profesionales, particularmente la enseñanza secundaria. Por otra parte, la falta de continuidad en
la financiación pública hace que algunas instalaciones se vean precisas a paralizar, o abandonar,
las líneas de trabajo, generalmente experimental, iniciadas en ellas.

    Las expectativas creadas en la década de 1930 se trasformaron en tristeza y angustia durante
los años de la Guerra Civil. El exilio, interior y exterior, llevó a muchos de nuestros botánicos a
enfrentarse con problemas bien distintos de los que les hubiera gustado resolver. Los fondos
económicos que habrían debido destinarse a la investigación fueron empleados en la destrucción.
Todo se perdió durante la Guerra Civil; no sólo personas, también muchas de las ilusiones y de
los proyectos gestados durante esta ‘edad de plata’ de la Botánica española.

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